martes, 30 de noviembre de 2010

SISTEMA POLITICO DE LA NUEVA ESPAÑA

El Virreinato de Nueva España fue una entidad territorial, integrante del Imperio español en América. Fue creado tras la conquista de los pueblos indígenas que ocupaban el territorio correspondiente de Meso- y Norteamérica. La empresa de la Conquista inició en 1519 y propiamente no concluyó, pues el territorio de Nueva España siguió creciendo hacia el norte a costa de los territorios de los pueblos indígenas del desierto, algunos de los cuales nunca fueron sometidos por los españoles. La Conquista de Nueva España tuvo uno de sus hitos más importantes con la derrota de México-Tenochtitlan por parte de las tropas de Hernán Cortés en 1521. El Virreinato de Nueva España fue establecido oficialmente el 8 de marzo de 1535. Su primer virrey fue Antonio de Mendoza y Pacheco y la capital del virreinato fue la Ciudad de México establecida sobre la antigua Tenochtitlan.
El virreinato de Nueva España llegó a abarcar los territorios del Imperio español en Norteamérica, Centroamérica, Asia y Oceanía. La organización del territorio se originó a partir de las encomiendas, que eran otorgadas preferentemente a aquellos conquistadores que participaron en la conquista de México, y por ello los encomenderos tenían el poder absoluto y se encargaban de organizar el trabajo de sus habitantes en sus respectivas demarcaciones. Los recursos minerales hallados bajo el suelo de la Nueva España, con importantes centros mineros como Guanajuato, San Luis Potosí e Hidalgo, constituyeron una de la más grandes fuentes de riqueza para la corona, utilizadas en Europa para financiar gastos de Estado, costes de guerras o para acuñar moneda circulante. El virreinato también fue uno de los principales puntos de occidentalización en América.

Organización política



Carlos I, quien puso en práctica las instituciones del Antiguo Régimen en Nueva España.
Nueva España fue el primer virreinato erigido, y por lo tanto, donde se puso en práctica el modelo español de gobernación. El virrey, cuyo término significa etimológicamente en lugar del rey, concentraba todo el poder público, como ya se ha dicho. Era nombrado y removido libremente por el rey, cuando el soberano quisiera podría destituir al virrey. En la Nueva España jugaba un papel de soberano, pero en realidad únicamente obedecía las órdenes del rey de España. Ejecutaba las leyes promulgadas en la metrópoli y se encargaba de vigilar los negocios del Estado. Del virrey dependía toda la estructura del gobierno, alcaldes mayores, corregidores, conserjes locales, ayuntamientos y jefes de pueblos de indios.[28]
El Real Consejo de Indias, fue instituido en 1519 y desde 1524 se el confirió autoridad suprema para discernir en los asuntos concernientes a las provincias del Nuevo Mundo. Su principal misión fue la de dejar el terreno listo para los virreinatos, creando leyes, institucionalizando a los pueblos de indias, regulando el comercio, organizando la administración pública, vigilando los puertos y negocios públicos de ultramar y ratificando nombramiento de funcionarios. Al entrar en vigor la ley de los virreinatos, el Consejo de Indias tomó en sus manos la defensa de los indígenas contra los abusos de los españoles, miembro destacado de esta etapa fue Bartolomé de las Casas. Otras instituciones de la Nueva España fueron los corregimientos, que impartían justicia y eran nombrados por la Audiencia. Estaban además dirigidos por los alcaldes


CAUSAS INTERNAS Y EXTERNAS DE LA INDEPENDENCIA DE LA NUEVA ESPAÑA

El movimiento independiente comprendió en México un período de once años que va de 1810 a 1821 y las causas que lo motivaron fueron tanto internas como externas.

Causas Internas

Sociales: Las internas correpondieron, primero, a la desigualdad social; los criollos se sentían relegados a un segundo plano por los peninsulares, y fueron aquéllos los que dirigieron la revolución; los mestizos no eran tomados en cuenta debido a que en su gran mayoría eran fruto de relaciones ilegítimas; los indígenas, protegidos por las leyes de Indias, querían emanciparse de este tutelaje; las castas se encontraban en condiciones inferiores por su propio estado natual y en general el descontento era unánime. España ya no era la nación unitaria en su moralidad y costumbres, pues los borbones habían llevado una conducta política extraña.

Económicas: España había considerado siempre a América como parte de ella misma, y por ende había dejado en pie un sistema de monopolios, estancos y barreras que tendían a impedir el libre comercio exterior. Los impuestos eran muy elevados y España estaba en decadencia.

Causas Externas

A)Ideas de los enciclopedistas y economistas: Durante el siglo XVIII comenzaron a extenderse por Europa las ideas de los enciclopedistas y de los fisiócratas; los primeros hablaban de nuevos sistemas políticos con la soberanía del pueblo, libertad, tolerancia de la igualdad-tales eran los casos de Montesquieu, Voltaire y Rousseau, que ya no aceptaban el derecho divino de los reyes y querían la división de poderes. Los fisiócratas sostenían la libertad del comercio y la industria, pidiendo que se suprimieran barreras de aduana para que las mercancías fluyeran libremente sin la intervención del estado.


B)Otra de las causas externas. La Revolución Industrial que había triunfado en Inglaterra a fines del siglo XVII imponiendo el sistema maquinista sobre el artesanal y creando, además, una nueva clase social que fue la burguesía capitalista, la cual tuvo que hacer frente a los problemas del proletariado. Las potencias industrializadas tuvieron que competir por los mercados, al luchar por el abastecimiento de las materias primas

REFORMAS BORBONICAS

REFORMAS BORBONICAS


La dinastía de los Borbones vio con preocupación la perdida progresiva del poder de la Corona en los territorios de ultramar, el avance peligroso de las potencias europeas y el afianzamiento de un poder local lejano a las aspiraciones imperiales. Con la finalidad de superar estos procesos erosivos del poder real, los Borbones impulsaron un programa global de reformas destinadas a acrecentar su presencia en los territorios americanos y afianzar un orden administrativo, económico y legal favorable. Chile experimentó el mismo tipo de medidas impuestas al resto de América. El objetivo de estas políticas era reconquistar los territorios de ultramar. Se pensaba que con una mayor centralización, un fortalecimiento de la presencia militar y una recaudación tributaria más eficiente se lograría un mayor control que, finalmente, se traduciría en una mejor explotación de las riquezas de los territorios americanos. En este sentido, las reformas administrativas persiguieron dos fines fundamentales: dividir territorialmente el imperio y, al mismo tiempo, centralizar su administración. En consecuencia se establecieron dos nuevos virreinatos, se creó el régimen de intendencias y se consolidó una vasta y poderosa burocracia imperial. Hispanoamérica dejó de ser un dominio colonial con administración autónoma, lo que había distinguido al estado Habsburgo, y pasó a ser una mera extensión provincial del poder de España.
Hasta principios del siglo XVIII Chile era un lugar remoto, olvidado, marginal, al cual era muy difícil acceder pues había que trasponer el desierto de Atacama o bien la Cordillera de Los Andes o el Estrecho de Magallanes. En general, como colonia, era improductiva y costosa, pues de ella dependía la defensa de las costas del Pacífico. No obstante, la apertura de la ruta comercial por el Cabo de Hornos benefició a Chile en el siglo XVIII, disminuyendo su carácter periférico. Más impacto tuvo la política de intendencias, población y urbanización implementada por el imperio español. Los proyectos encaminados a desruralizar la población campesina estaban directamente orientados a mejorar el control del territorio y civilizar a la población
Las fundaciones del siglo XVIII no surgieron de manera improvisada y espontánea sino que, por el contrario, responden a una planificación que deriva de las disposiciones de los monarcas. La “política de poblaciones” era promovida, planificada y ejecutada por las autoridades del reino a pesar de la población rural, que era completamente ajena, pasiva y hasta reacia a contribuir a su realización (Lorenzo y Urbina; 1978). Así, en el ámbito donde el Estado borbón manifestó con mayor éxito su intervención, con el objetivo de racionalizar y regular el funcionamiento del imperio, fue en la política urbana. Se fundaron a lo menos 24 nuevas villas durante el siglo XVIII y algunas otras fueron reubicadas o reconstruidas a causa de los terremotos. El transporte entre las ciudades mejoró, los centros urbanos contaron con mejores servicios, hospitales, orfelinatos, hospicios y cárceles. Se empedraron algunas calles, se crearon
Rudimentarios sistemas de alumbrado público, el servicio postal fue regularizado y se construyeron diversos edificios públicos.
En 1699 el obispo de Santiago, Francisco de Puebla González advirtió la inexistencia de pueblos formalizados, como asimismo la dispersión en que vivían los habitantes de tan dilatado territorio e interpretó ambas situaciones como lesivas a la evangelización y la administración de justicia y como una incitación a que la gente viva en la ociosidad. Propuso, entonces, un plan para aglutinar la población por medio de la formación de un pueblo de españoles en el ámbito de cada curato, en el que debían fijar su residencia todos los habitantes de la jurisdicción. En cada caso el lugar de emplazamiento debía ser el mejor de la comarca, tanto por su localización en el centro del curato, como por su disponibilidad de agua y feracidad del suelo. Cuando el nuevo obispo Luis Romero se hizo cargo del obispado en 1708, insistió en las ventajas del establecimiento de los pueblos de españoles y de indios. Teniendo en cuenta estos puntos de vista y la Real Cédula del 11 de enero de 1713 el gobernante interino del Reino, Santiago Concha, convocó a los Oidores de la Audiencia, al Fiscal y al Obispo a deliberar sobre la conveniencia de formar pueblos, decidiéndose por unanimidad iniciar el proceso fundacional en el valle de Quillota.


Después del fracaso de Quillota transcurre un lapso durante el cual no se intentó fundar nuevas villas. Esta situación cambió radicalmente al asumir la gobernación José Manso de Velasco. Su primera gestión fue ordenar la fundación de Los Ángeles, en 1739, en el área de la isla de la Laja y con el propósito de guarnecer la frontera con los indios. Luego prosiguió con las fundaciones erigiendo San Felipe en 1740, Cauquenes, Talca y San Fernando en 1742, Rancagua y Curicó en 1743 y Copiapó en 1745. En todas estas fundaciones se buscó reagrupar la población que vivía diseminada. Además de concentrar la población, lo que se buscaba con esto, que los contemporáneos definen como política de poblaciones, era articular en torno a los núcleos urbanos la administración, la justicia y la iglesia
Asentar a la población en villas no fue, por cierto, tarea fácil, ni rápida. La pobreza de la población rural y la incertidumbre de que las villas no pudiesen suministrar alimento y vestuario inhibía a los posibles vecinos. Otra dificultad era la considerable distancia entre los lugares de trabajo en las haciendas y chacras y las villas, como también la atracción de la mano de obra por las minas y las haciendas, junto con la vida vagabunda de buena parte de la población de entonces. Los hacendados, por su parte, interpusieron una fuerte resistencia a la política de poblaciones pues consideraron que debilitaba su poder. Pese a las dificultades, el Estado se sirvió de las nuevas ciudades a fin de extender territorialmente su autoridad y de adentrarse en los dominios donde el poder de facto de los hacendados locales era todopoderoso, además de controlar el vagabundaje y el bandidaje desenfrenado que afectaba al mundo rural.
Antes de la fundación de ciudades y de la política de poblaciones, como consecuencia de la escasez de habitantes, del precario comercio interregional y de la falta de ciudades, aparte de Santiago, Valparaíso, Chillán y Concepción, los caminos entre el partido de Quillota y el Bío Bío tenían un escaso desarrollo. Los caminos más importantes conducían desde Santiago a Valparaíso, también a Concepción y a Cuyo. El camino de Santiago a Concepción vinculaba la capital con el “antemural del reino”. A pesar de existir un objetivo estratégico que requería de rapidez, la desolación de las comarcas aledañas a esa ruta y una red hidrográfica que cortaba el país transversalmente hacían que las comunicaciones entre ambos puntos no fueran expeditas. Existía el camino de la costa y el camino del valle central. Este fue el camino que adquirió centralidad con la fundación de ciudades. Las villas constituyeron uno de los motivos del fomento de los caminos, contribuyendo a las comunicaciones, al comercio y entorpeciendo la tendencia aislacionista propiciada desde las haciendas.

martes, 26 de octubre de 2010